viernes, 3 de julio de 2015

EL SABOR DEL AGUA

Lo que sí se sabe desde los años 20 es que el gusto del agua depende de lo que hemos comido antes, algo que demostró de forma sistemática en las décadas de los 60 y 70 la psicóloga Linda Bartoshuk, cuando publicó una serie de artículos sobre el postgusto o retrogusto del agua. Durante más de treinta años, el dogma al respecto fue este: el agua tiene sabor, pero solo como postgusto tras haber probado otra cosa. Sin embargo, a principios de este siglo algunos científicos empezaron a replantearse esta afirmación al descubrir que ciertas partes del cerebro responden específicamente al agua.
 Científicos de la Universidad de Utah han descubierto que las células del gusto de los mamíferos crean unas proteínas llamadas acuaporinas que sirven para transportar el agua a través de las membranas. Estas acuaporinas, que se encuentran en otros tipos de células, podrían ser clave para que el líquido vital estimule las células del gusto.
Sidney Simon, fisiólogo de la Universidad Duke, en EE. UU., ha hallado células específicas para el agua en el córtex gustativo de las ratas. Dado que otros científicos no las han encontrado, las espadas siguen en alto. Lo cierto es que la mayoría de los neurocientíficos piensa que el mecanismo que hace que los insectos saboreen el agua no aparece en los mamíferos. Ahora bien, si el 75 % del planeta y de los seres vivos es agua, no es descabellado pensar que deberíamos haber desarrollado evolutivamente el sentido del gusto hacia ella. Fuente: Muy Interesante.

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