Todo ocurre en la noche del 5 al 6 de enero.
Ya no traen oro, incienso y mirra; pero la ilusión con la que los niños les esperan no es comparable con nada. Reconozco que un año más, ese niño que todos llevamos dentro está muy nervioso e inquieto. Puede que Melchor, Gaspar y Baltasar pasen de largo al apreciar el tamaño de mis zapatos en la ventana, pero seguro que alguien que me quiere se viste de paje y cumple algún sueño olvidado en el tiempo. Todos podemos ser Magos con quien tenemos al lado, basta con sorprender y querer.
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