martes, 13 de agosto de 2013

POR CULPA DE UN ICTUS NO PARA DE REIR

El británico Malcolm Myatt sufrió un ictus que le paralizó el lóbulo frontal, hecho por el que no puede estar triste

Malcolm Myatt, un británico de 68 años, camionero jubilado, siempre tiene una sonrisa en los labios, pero en su caso, porque no le queda más remedio, tal y como publica «The Telegraph».
Desde que sufrió un ictus en 2004 que ha afectado a la sensibilidad de la parte izquierda de su cuerpo, el señor Malcolm -rebautizado con el nombre de Mr. Happy por los medios ingleses- no es capaz de sentir tristeza.
Y no porque sea una persona muy optimista, sino simplemente porque en su cerebro, y en particular en el lóbulo frontal que controla las emociones, el impacto del ictus «borró» la posibilidad de sentir tristeza.
En la actualidad, este jubilado británico -que pasó 19 semanas en el hospital y varios meses de rehabilitación- vive en una especie de vuelta a la infancia que «contagia» a quien está cerca de él.

«Mi condición es una ventaja»

Obviamente Myatt debe convivir con algún que otro problema, como la dificultad de recordar situaciones que sucedieron a corto palzo. «Yo nunca estoy deprimido. Estar triste no me habría ayudado a mejorar. Mi condición es una ventaja. El ictus podría haber sido mi peor enemigo, pero no se lo he permitido», confiesa.
Según los expertos, el caso de Myatt no es algo inusual. Algunos pacientes que sufren este tipo de enfermedad presentan cambios psicológicos, emotivos y de comportamiento. Según la doctora Carle Walton, de la Stroke Association, «cuando un ictus golpea el cerebro hay una parada del flujo sanguíneo. En ese momento las células cerebrales mueren y pueden verificarse daños permanentes». ABC.

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