La comunidad científica confía en que las células madre pluripotentes inducidas (iPS) vayan a permitir en un futuro próximo regenerar órganos del cuerpo.
El Ministerio de Trabajo, Salud y Bie-nestar de Japón ha dado permiso para el primer ensayo clínico en humanos con células iPS: células madre pluripotentes inducidas. Y, créanme, eso es una gran noticia. En el mundo de la biomedicina, el binomio «célula madre» despierta cataratas de entusiasmo. No es para menos. Las células madre son el Santo Grial del desarrollo biológico. Todas las células fueron células madre. Una célula madre puede terminar siendo cualquier célula... o casi. Un individuo engendrado mediante reproducción sexual es, en su fase embrionaria, o sea, durante las primerísimas etapas de su gestación, un paquete de células madre. Se llama así a las células indiferenciadas, a aquéllas que aún no han sido programadas por la naturaleza para cumplir una función concreta. Cuando crezcan, es decir, cuando se diferencien, se verán unas convertidas en neuronas, otras en células de la retina; ésta formará parte del tejido epitelial de la piel, aquélla habrá devenido célula del páncreas productora de insulina. Pero todas en algún momento de su desarrollo eran todo y nada. No cumplían aún función alguna y podrían haber seguido cualquier camino, como el adolescente indeciso que todavía no ha elegido si será médico o bombero. La Razón.
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