domingo, 30 de junio de 2013

UN SEMÁFORO QUE REGULA EL ESTRÉS

Coaching, un semáforo para regular el estrés

La invitación sonaba tentadora: “Unos segundos bastan para activar el organismo y conducirlo hacia un fuerte estado de estrés. Unos segundos bastan para devolverlo a la normalidad”. En estos tiempos de crisis y caos, era absurdo decir que no. EFEsalud estuvo en un taller de gestión del estrés y esto fue lo que encontró
EPA/Frank Rumpenhorst
En el salón había nueve sillas rojas para nueve estresados periodistas en busca de alternativas para no estallar ante la presión. Entre sonrisas nerviosas, esperamos a que Antonio Gutiérrez, el coach de TISOC Coaching, nos diera la señal para comenzar. ¿El punto de partida? Una extraña fórmula matemática.
“¿Qué creen que significa: A + A + A + A = 4B?”, preguntó Gutiérrez después de escribir el enunciado en un tablero. Las soluciones creativas no demoraron, pero en realidad evocaba las palabras de Albert Einstein: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.
Esa máxima se puede aplicar al tratamiento del estrés: si no quieres que tu respuesta siga siendo la misma, el 4A que dicta la lógica, o si estás cansado de que la angustia controle tus días, cuestiona la ecuación que usas en tu vida.

El coaching como un vehículo

“La gente siempre asocia coaching con entrenar, pero la palabra también significa coche”, afirmó Gutiérrez. Coach es un vocablo de origen húngaro para designar a un vehículo tirado por animales para transportar personas.
Esa idea fue rescatada por el coaching moderno: “se trata de un acompañamiento”, enfatiza Gutiérrez, esta metodología lo que busca es transportar a las personas de donde están hacia donde realmente quieren llegar.
De ahí surge el coaching de salud, la especialidad de Gutiérrez, que intenta ser un vehículo para que las personas superen enfermedades y alcancen el bienestar. Eso se logra a través de ejercicios, técnicas y herramientas que cuestionan cada hábito perjudicial. Así se maneja también el estrés.

Cambia el chip

“Partamos del principio de que el estrés es bueno. Cambiemos el chip, porque la gente siempre lo entiende como algo negativo”, explicó Gutiérrez y argumentó su punto con la etimología.
“El estrés se deriva de stringent, que significa comprimir. Es entonces el estado de un cuerpo sujeto a una presión que modifica su estructura”, agregó.
La palabra, que ha tenido mucha mala prensa, tiene otras parientes etimológicas: presionar, ceñir, atar, apretar, restringir, estirar y un largo etcétera que no suena bien.
Sin embargo, para Gutiérrez, en un sentido global, el estrés es positivo, es una respuesta, la que nos da el cuerpo cuando lo sometemos a un cambio.
“Estoy a favor del estrés, de gestionarlo, porque el estrés es vida: el grano de maíz, para que pueda brotar, tiene que romper la cáscara, eso es estrés, respuesta”. Acto seguido, llevó a la práctica su teoría y puso a prueba nuestro estado físico.

Toma consciencia

El primer ejercicio que hicimos fue tocar las puntas de nuestros pies sin doblar las rodillas. Aunque algunos no pudimos con el reto, el movimiento ilustró la importancia de la toma de consciencia en el proceso de gestión del estrés: “esta es una medición para saber cómo estamos, si llegamos o nos sobran brazos”.
La idea era, por extraña que parezca, recordar que tenemos un cuerpo y que, constantemente, lo sometemos a presiones para las que no siempre está preparado.
La experiencia continuó con otros ejercicios para generar respuestas corporales: estiramos los brazos, los rotamos, giramos el cuello, tensamos los músculos y, al final, nos relajamos.
Esta simple gimnasia, ese paso de la tensión a la calma en sesiones mínimas, de seis segundos, tuvo un impacto inmediato en el semblante de todos. El estrés comenzaba a ceder.

Revisa tus señales, detente y piensa

Otra de las técnicas compartidas por Gutiérrez estaba asociada a tres imágenes que nos entregó en una tarjeta: un semáforo, una señal de STOP y El Pensador de Rodín. Aunque al principio nos costó relacionarlas, el coach nos explicó que se trataba de símbolos simples para aplicar a diario en situaciones de estrés.
“¿Han visto el medidor de gasolina en los coches? ¿A alguien se le ocurre taparlo? ¿Por qué lo hacemos con la vida? ¿Por qué tapamos nuestros síntomas?”, nos preguntó Gutiérrez y añadió: “El semáforo, el primer dibujo en la tarjeta, representa la importancia de saber leer las señales que nos da el cuerpo”.
La luz verde es el estado ideal, cuando sentimos que todo marcha sobre ruedas. La amarilla es la precaución, ese ligero dolor de cuello que va en aumento, esas baterías que comienzan a fallar y, el rojo, ya lo pueden imaginar, es cuando el estrés se apodera de nosotros y nos muestra su cara más fea: agotamiento, migraña, ansiedad, ira, nerviosismo y, en muchos casos, bloqueo. Ahí es necesario parar.
EPA/Arno Burgi
La señal de STOP nos obliga a eso: a frenar. Una pausa, así sea de unos minutos, puede hacer una gran diferencia en nuestra rutina. Durante esa pausa debemos tomar consciencia de nuestro estado corporal, de nuestra respiración y de los hábitos que podríamos modificar. Eso nos lleva a la reflexión.
El Pensador de Rodín es el tercer símbolo que completa esta herramienta. Para Gutiérrez, “pensar es una actividad cerebral no hecha de forma rutinaria. Por eso, cuando hacemos actividades que implican pensar, estamos haciendo un esfuerzo y eso cansa”.
Sin embargo, también podemos activar el pensamiento para gestionar el estrés. En un punto de la charla, por ejemplo, nos invitó a cerrar los ojos y a pensar en las personas que nos han acompañado en las buenas y en las malas.
Un simple recuerdo agradable bastó para que muchos recuperáramos la sonrisa y saliéramos de la sesión sintiendo que con pequeños cambios a corto plazo se pueden lograr grandes soluciones a largo plazo.
EFE/Eduardo Abad

¿Tienes cinco minutos?

Para los que dicen que nunca tienen tiempo para sí mismos, les dejamos estos sencillos consejos que, practicados regularmente, tienen un gran efecto en la regulación del estrés, porque, como dice un proverbio hindú, hasta “la más larga caminata comienza con un paso”.
  • Haz una pausa de cinco a diez minutos, cada dos horas.
  • Haz un repaso de tu estado muscular.
  • Estira los músculos más tensos.
  • Practica alguna actividad física.
  • Cuéntate un chiste.
  • De vez en cuando respira conscientemente.
  • Haz una broma (de buen gusto).
  • Evita las comidas copiosas.
  • Entra y sal de casa con un beso. EFE.

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